No importa qué cosas logres realizar en tu vida. Por aparatosas o importantes que parezcan, ninguna se podrá comparar con una actividad espiritual. Los que se adentran en tareas de esta naturaleza, me refiero a las espirituales, trabajan con una gama de valores que aportan riquezas diferentes.
Para explicarte de una forma objetiva la diferencia que hay entre lo espiritual y lo cotidiano, te daré el siguiente ejemplo:
Imagina a un gambusino inclinado sobre las aguas de un río, esforzándose en pasar por el tamiz toda la arena que puede. Es cierto que puede encontrar oro; incluso, pueden ser muchas las pepitas que atrape en su colador, pero su empresa es arriesgada.
Ahora imagina a un alquimista. Durante años trabaja arduamente para encontrar la piedra filosofal. Por momentos, da la impresión de que su esfuerzo es en vano; sin embargo, si su desempeño se apega a las reglas, acabará por encontrarla. Y ese día, ¡por fin!, convertirá en oro toneladas de metales innobles.
Si reflexionas sobre lo que se consigue en el oficio del gambusino comparando sus ganancias con lo que obtiene el alquimista, llegarás a la conclusión de que el trabajo de este último es, definitivamente, de mayor envergadura.
Pero no pienses que te estoy empujando hacia la búsqueda de la piedra filosofal, para que conviertas en oro, como Midas posmoderno, todo lo que encuentres. No. Si lo haces, no solamente no la encontrarás, sino que corres el riesgo de descuidar el quehacer que te da el sustento y la seguridad material que necesitan tu familia y tú. El ejemplo que utilicé sólo me sirve para explicarte la abismal diferencia que hay entre el trabajo ordinario y la actividad espiritual.
Omraam Mikhael Aivanhov (1900-1986).- Espiritualista francés de origen búlgaro.
No importa qué cosas logres realizar en tu vida. Por aparatosas o importantes que parezcan, ninguna se podrá comparar con una actividad espiritual. Los que se adentran en tareas de esta naturaleza, me refiero a las espirituales, trabajan con una gama de valores que aportan riquezas diferentes.
Para explicarte de una forma objetiva la diferencia que hay entre lo espiritual y lo cotidiano, te daré el siguiente ejemplo:
Imagina a un gambusino inclinado sobre las aguas de un río, esforzándose en pasar por el tamiz toda la arena que puede. Es cierto que puede encontrar oro; incluso, pueden ser muchas las pepitas que atrape en su colador, pero su empresa es arriesgada.
Ahora imagina a un alquimista. Durante años trabaja arduamente para encontrar la piedra filosofal. Por momentos, da la impresión de que su esfuerzo es en vano; sin embargo, si su desempeño se apega a las reglas, acabará por encontrarla. Y ese día, ¡por fin!, convertirá en oro toneladas de metales innobles.
Si reflexionas sobre lo que se consigue en el oficio del gambusino comparando sus ganancias con lo que obtiene el alquimista, llegarás a la conclusión de que el trabajo de este último es, definitivamente, de mayor envergadura.
Pero no pienses que te estoy empujando hacia la búsqueda de la piedra filosofal, para que conviertas en oro, como Midas posmoderno, todo lo que encuentres. No. Si lo haces, no solamente no la encontrarás, sino que corres el riesgo de descuidar el quehacer que te da el sustento y la seguridad material que necesitan tu familia y tú. El ejemplo que utilicé sólo me sirve para explicarte la abismal diferencia que hay entre el trabajo ordinario y la actividad espiritual.
Omraam Mikhael Aivanhov (1900-1986).- Espiritualista francés de origen búlgaro.