Cuentan que, en cierta ocasión, un buscador salió a los caminos del mundo. Y allí, en un gran cruce de veredas, interrogó a todos los que le parecieron que tenían algo interesante que decir.
– Díganme – les preguntaba- ¿cuál es la verdad?
– Busca la filosofía – respondieron los filósofos.
– No – argumentaron los políticos – La verdad está en el servicio.
– Entra a las catedrales – le sugirieron los clérigos.
– Sin duda, la verdad está en la sabiduría – declararon los sabios.
– ¡Renuncia a todo! – aconsejaron los ascetas.
– Contempla y ensalza las maravillas del Señor – le gritaron los místicos.
– Acata y cumple las leyes – señalaron los gobernantes.
– Conócete a ti mismo – le dijeron los guardianes del saber esotérico.
– La verdad está en los números sagrados – expresaron los cabalistas.
– ¡Vive los placeres! – aconsejaron los epicúreos.
– Únete a nosotros – gritaron los revolucionarios.
– La verdad es un mito – clamaron los escépticos.
– ¡Vive y deja vivir! – vociferaron los existencialistas.
– La verdad está en el pasado – se lamentaron los nostálgicos.
Confundido, el buscador se dejó caer abatido sobre el polvo del camino mientras, los caminantes que habían sido interrogados, seguían avanzando hacia su destino musitando y repitiendo la verdad que habían expresado.
En eso, acertó a pasar junto al buscador un anciano venerable que llevaba en su mano un refulgente diamante.
– ¿Quién eres? – preguntó el derrotado buscador.
– ¡Soy el guardián de la verdad! – contestó el anciano mostrándole el diamante.
– Entonces, ¿la verdad existe?
– ¡Claro que existe! – exclamó sonriente el anciano mientras aproximaba el diamante al rostro del buscador – La verdad es como esta piedra: tiene mil caras. A cada quien le corresponde averiguar cuál es la que mejor le acomoda.
– ¿Cuál faceta de la verdad te hace vibrar más en este momento? – continuó el anciano – Pero no vayas a pensar que hay muchas verdades, ¡no! Lo que sucede es que cada quien escoge la faceta que mejor va con su estado de conciencia.
COMENTARIO.- Nadie te puede enseñar la verdad. Tú tienes que llegar a ella a fuerza de ponerle conciencia a lo que haces con tu vida.
Cuentan que, en cierta ocasión, un buscador salió a los caminos del mundo. Y allí, en un gran cruce de veredas, interrogó a todos los que le parecieron que tenían algo interesante que decir.
– Díganme – les preguntaba- ¿cuál es la verdad?
– Busca la filosofía – respondieron los filósofos.
– No – argumentaron los políticos – La verdad está en el servicio.
– Entra a las catedrales – le sugirieron los clérigos.
– Sin duda, la verdad está en la sabiduría – declararon los sabios.
– ¡Renuncia a todo! – aconsejaron los ascetas.
– Contempla y ensalza las maravillas del Señor – le gritaron los místicos.
– Acata y cumple las leyes – señalaron los gobernantes.
– Conócete a ti mismo – le dijeron los guardianes del saber esotérico.
– La verdad está en los números sagrados – expresaron los cabalistas.
– ¡Vive los placeres! – aconsejaron los epicúreos.
– Únete a nosotros – gritaron los revolucionarios.
– La verdad es un mito – clamaron los escépticos.
– ¡Vive y deja vivir! – vociferaron los existencialistas.
– La verdad está en el pasado – se lamentaron los nostálgicos.
Confundido, el buscador se dejó caer abatido sobre el polvo del camino mientras, los caminantes que habían sido interrogados, seguían avanzando hacia su destino musitando y repitiendo la verdad que habían expresado.
En eso, acertó a pasar junto al buscador un anciano venerable que llevaba en su mano un refulgente diamante.
– ¿Quién eres? – preguntó el derrotado buscador.
– ¡Soy el guardián de la verdad! – contestó el anciano mostrándole el diamante.
– Entonces, ¿la verdad existe?
– ¡Claro que existe! – exclamó sonriente el anciano mientras aproximaba el diamante al rostro del buscador – La verdad es como esta piedra: tiene mil caras. A cada quien le corresponde averiguar cuál es la que mejor le acomoda.
– ¿Cuál faceta de la verdad te hace vibrar más en este momento? – continuó el anciano – Pero no vayas a pensar que hay muchas verdades, ¡no! Lo que sucede es que cada quien escoge la faceta que mejor va con su estado de conciencia.
COMENTARIO.- Nadie te puede enseñar la verdad. Tú tienes que llegar a ella a fuerza de ponerle conciencia a lo que haces con tu vida.