Hoy por hoy, estamos disfrutando el privilegio de estar vivos. Y no solamente eso; sino que, además, nuestro cuerpo se mantiene relativamente sano y contamos con posibilidades materiales que nos permiten vivir con algún decoro. Y para colmo de nuestro bienestar, nos hemos topado con el dharma. Si a esto no se le puede llamar tener un buen karma, no se me ocurren otras condiciones mejores que merezcan este calificativo.
Sin embargo, como dijo el Buda «la raíz de todo sufrimiento es la ignorancia». Si no nos liberamos de ella, aunque trillemos un sendero espiritual, seguiremos vagando perdidos en esa oscuridad que no nos deja avanzar.
Necesitamos tomar una decisión. ¡Urge que hagamos algo con nuestra vida! No basta con escuchar las enseñanzas. Tenemos que ponerlas en el corazón y trabajar con ahínco para que, poco a poco, vaya en aumento esa capacidad de discernimiento que se requiere para echar abajo el edificio de nuestras confusiones. Si no lo hacemos así, pasará mucho tiempo antes de que podamos ver a las cosas como realmente son.
Ya es tiempo de que atendamos la enérgica pregunta que se plantea en «El libro tibetano de los muertos»: «¿Por qué no echamos a andar por la senda de la sabiduría desde este mismo instante?» El Buda lo dijo claramente: «La vida es breve como un relámpago». Y Wordsworth señaló: «El mundo mora en nosotros demasiado tiempo. Si seguimos obteniendo y gastando energías, acabaremos dilapidando nuestros poderes».
Esta dilapidación que menciona Wordsworth, esta traición que le hacemos a nuestra esencia, esta renuncia que presentamos ante la maravillosa oportunidad que nos ofrece el bardo natural de la vida, en el sentido de decidirnos a conocer y a encarnar nuestra inexorable naturaleza iluminada, es quizá la más descorazonadora de nuestras actitudes.
Sogyal Rinpoché
De «El libro tibetano de la vida y de la muerte»
Hoy por hoy, estamos disfrutando el privilegio de estar vivos. Y no solamente eso; sino que, además, nuestro cuerpo se mantiene relativamente sano y contamos con posibilidades materiales que nos permiten vivir con algún decoro. Y para colmo de nuestro bienestar, nos hemos topado con el dharma. Si a esto no se le puede llamar tener un buen karma, no se me ocurren otras condiciones mejores que merezcan este calificativo.
Sin embargo, como dijo el Buda «la raíz de todo sufrimiento es la ignorancia». Si no nos liberamos de ella, aunque trillemos un sendero espiritual, seguiremos vagando perdidos en esa oscuridad que no nos deja avanzar.
Necesitamos tomar una decisión. ¡Urge que hagamos algo con nuestra vida! No basta con escuchar las enseñanzas. Tenemos que ponerlas en el corazón y trabajar con ahínco para que, poco a poco, vaya en aumento esa capacidad de discernimiento que se requiere para echar abajo el edificio de nuestras confusiones. Si no lo hacemos así, pasará mucho tiempo antes de que podamos ver a las cosas como realmente son.
Ya es tiempo de que atendamos la enérgica pregunta que se plantea en «El libro tibetano de los muertos»: «¿Por qué no echamos a andar por la senda de la sabiduría desde este mismo instante?» El Buda lo dijo claramente: «La vida es breve como un relámpago». Y Wordsworth señaló: «El mundo mora en nosotros demasiado tiempo. Si seguimos obteniendo y gastando energías, acabaremos dilapidando nuestros poderes».
Esta dilapidación que menciona Wordsworth, esta traición que le hacemos a nuestra esencia, esta renuncia que presentamos ante la maravillosa oportunidad que nos ofrece el bardo natural de la vida, en el sentido de decidirnos a conocer y a encarnar nuestra inexorable naturaleza iluminada, es quizá la más descorazonadora de nuestras actitudes.
Sogyal Rinpoché
De «El libro tibetano de la vida y de la muerte»