Lanzó su red a las oscuras aguas y, al recogerla, vio que entre los peces que atrapó esta vez, había una extraña botella de cobre con tapón de plomo. Cuando llegó a su cabaña, el anciano pescador revisó la misteriosa botella que había atrapado mientras pescaba.
Parecía muy antigua. La sopesó, la agitó para ver si contenía algo; pero, al no encontrar nada interesante en esa su primera auscultación, decidió retirar el trozo de plomo que servía de tapa o corcholata.
Cuando logró separar un metal del otro, un extraño humo o vapor empezó a salir de la botella. Mientras esto sucedía, se iba formando junto a él la figura de un corpulento genio que, una vez liberado, le dijo al pescador.
—¡Gracias por sacarme de este encierro! Quiero agradecer el favor que me has hecho, concediéndote tres deseos. ¡Dime qué es lo que quieres!
Como el pescador no acababa de salir de su asombro, tardó un poco en expresar lo que quería.
—¡Anda! —insistió el genio—. ¡Dime cuál es tu primer deseo para concedértelo!
—Me gustaría que me hicieras lo suficientemente inteligente y despierto —logró decir al fin el anciano—, para hacer la elección perfecta cuanto te diga cuáles son mis otros dos deseos.
—¡Concedido! —exclamó el genio—. Y ahora, ¿cuáles son los otros dos?
El pescador reflexionó un momento y dijo:
—¡Muchas gracias; pero… no tengo más deseos!
Cuento sufí
Lanzó su red a las oscuras aguas y, al recogerla, vio que entre los peces que atrapó esta vez, había una extraña botella de cobre con tapón de plomo. Cuando llegó a su cabaña, el anciano pescador revisó la misteriosa botella que había atrapado mientras pescaba.
Parecía muy antigua. La sopesó, la agitó para ver si contenía algo; pero, al no encontrar nada interesante en esa su primera auscultación, decidió retirar el trozo de plomo que servía de tapa o corcholata.
Cuando logró separar un metal del otro, un extraño humo o vapor empezó a salir de la botella. Mientras esto sucedía, se iba formando junto a él la figura de un corpulento genio que, una vez liberado, le dijo al pescador.
—¡Gracias por sacarme de este encierro! Quiero agradecer el favor que me has hecho, concediéndote tres deseos. ¡Dime qué es lo que quieres!
Como el pescador no acababa de salir de su asombro, tardó un poco en expresar lo que quería.
—¡Anda! —insistió el genio—. ¡Dime cuál es tu primer deseo para concedértelo!
—Me gustaría que me hicieras lo suficientemente inteligente y despierto —logró decir al fin el anciano—, para hacer la elección perfecta cuanto te diga cuáles son mis otros dos deseos.
—¡Concedido! —exclamó el genio—. Y ahora, ¿cuáles son los otros dos?
El pescador reflexionó un momento y dijo:
—¡Muchas gracias; pero… no tengo más deseos!
Cuento sufí