No te atolondres si por momentos te parece que la maldad se ha apoderado del mundo. La vida tiene muchos males; pero, para acabar con ellos, no tienes que abandonar la vida. Es cierto, el mundo está lleno de maldad, pero no tienes que renunciar al mundo para deshacerte de ella.
El maestro Sidhartha, el Buda, decía que la causa del sufrimiento es el deseo. Pero entiende bien lo que esto significa: las paredes no tienen deseos y, por supuesto, no sufren; pero no progresan. Una silla no desea nada y tampoco sufre y, aunque pasen los años, siempre será una silla… ¡no evoluciona! Y de lo que se trata es de que vinimos a este plano a elevar nuestro estado de conciencia.
Es totalmente cierto que si el proceso de superación al que estamos sometidos se realiza dentro del marco de lo que se conoce como felicidad, la vida se llena de gloria. Pero también hay gloria en el sufrimiento. Es más: las mejores lecciones que podemos aprender en la vida nos las da el infortunio.
Debes de ser humilde; pero, para lograrlo, no tienes que renunciar a tus posesiones. Ser dueño de cosas no es malo. Puedes tener lo necesario; incluso, lo útil; ¡hasta de lo superfluo puedes disfrutar! Las posesiones no dañan a nadie. Lo que sí perjudica es la idea de propiedad que se forma en la mente.
Imagina un recinto en el que se lleva a cabo una subasta. Durante la puja, los oferentes se esfuerzan por adquirir las obras pictóricas más bellas. Pero yo te pregunto: ¿quién es el que disfruta el placer que proporciona la estética? ¿El que los vende? ¿El que los compra? ¡Claro que no! Quien realmente se deleita con el arte pictórico es el que los admira.
Lo que tienes que hacer es partir de la idea de que el mundo es una obra de arte. ¡No tienes que poseerlo para disfrutarlo! Deja que los prestamistas usureros, los codiciosos vendedores y los compradores anhelantes sufran el tormento que ocasionan los apegos. Tú, consciente de que la vida es un bello cuadro, sólo admíralo; y, sobre todo… ¡disfrútalo!
Las ideas contenidas en este escrito se tomaron del libro Gñana yoga en el que se publican las conferencias que, en varias ciudades de Europa y de América, fueron dictadas por Swami Vivekananda.
No te atolondres si por momentos te parece que la maldad se ha apoderado del mundo. La vida tiene muchos males; pero, para acabar con ellos, no tienes que abandonar la vida. Es cierto, el mundo está lleno de maldad, pero no tienes que renunciar al mundo para deshacerte de ella.
El maestro Sidhartha, el Buda, decía que la causa del sufrimiento es el deseo. Pero entiende bien lo que esto significa: las paredes no tienen deseos y, por supuesto, no sufren; pero no progresan. Una silla no desea nada y tampoco sufre y, aunque pasen los años, siempre será una silla… ¡no evoluciona! Y de lo que se trata es de que vinimos a este plano a elevar nuestro estado de conciencia.
Es totalmente cierto que si el proceso de superación al que estamos sometidos se realiza dentro del marco de lo que se conoce como felicidad, la vida se llena de gloria. Pero también hay gloria en el sufrimiento. Es más: las mejores lecciones que podemos aprender en la vida nos las da el infortunio.
Debes de ser humilde; pero, para lograrlo, no tienes que renunciar a tus posesiones. Ser dueño de cosas no es malo. Puedes tener lo necesario; incluso, lo útil; ¡hasta de lo superfluo puedes disfrutar! Las posesiones no dañan a nadie. Lo que sí perjudica es la idea de propiedad que se forma en la mente.
Imagina un recinto en el que se lleva a cabo una subasta. Durante la puja, los oferentes se esfuerzan por adquirir las obras pictóricas más bellas. Pero yo te pregunto: ¿quién es el que disfruta el placer que proporciona la estética? ¿El que los vende? ¿El que los compra? ¡Claro que no! Quien realmente se deleita con el arte pictórico es el que los admira.
Lo que tienes que hacer es partir de la idea de que el mundo es una obra de arte. ¡No tienes que poseerlo para disfrutarlo! Deja que los prestamistas usureros, los codiciosos vendedores y los compradores anhelantes sufran el tormento que ocasionan los apegos. Tú, consciente de que la vida es un bello cuadro, sólo admíralo; y, sobre todo… ¡disfrútalo!
Las ideas contenidas en este escrito se tomaron del libro Gñana yoga en el que se publican las conferencias que, en varias ciudades de Europa y de América, fueron dictadas por Swami Vivekananda.