La meditación es una práctica en la que toda la comprensión y toda la percepción profunda de la que es capaz la naturaleza de la mente, tienden a hacerse presentes.
Todo comienza con la manera de sentarse. La buena meditación se da a partir de una buena postura. El meditador tiene que asentar su cuerpo sintiendo que toda su anatomía se convierte en una montaña.
Así como las cordilleras, por fuertes que sean los vendavales que las azotan, por densos y amenazantes que sean los nubarrones que se arraciman es su cumbre, por roncos que sean los bramidos de las tempestades que se ciernen sobre sus riscos y sus acantilados, ellas están cómodas y a gusto consigo mismas; de esa misma manera, la persona que medita debe mantenerse con la firme y serena majestad de un macizo montañoso.
Eso sí; una vez adoptada la posición correcta, si el contemplativo quiere que su mente se aligere, vuele y se eleve, tiene que ingresar en un estado de relajamiento corporal y de equilibrio emocional tales que, sin modificar la reciedumbre de su postura, su ser completo adquiere la serenidad de un apacible lago.
Este texto fue redactado con base en las ideas que
sobre el tema aparecen en el libro ″Destellos de sabiduría″
de Sogyal Rimpoché, Editorial Urano.
La meditación es una práctica en la que toda la comprensión y toda la percepción profunda de la que es capaz la naturaleza de la mente, tienden a hacerse presentes.
Todo comienza con la manera de sentarse. La buena meditación se da a partir de una buena postura. El meditador tiene que asentar su cuerpo sintiendo que toda su anatomía se convierte en una montaña.
Así como las cordilleras, por fuertes que sean los vendavales que las azotan, por densos y amenazantes que sean los nubarrones que se arraciman es su cumbre, por roncos que sean los bramidos de las tempestades que se ciernen sobre sus riscos y sus acantilados, ellas están cómodas y a gusto consigo mismas; de esa misma manera, la persona que medita debe mantenerse con la firme y serena majestad de un macizo montañoso.
Eso sí; una vez adoptada la posición correcta, si el contemplativo quiere que su mente se aligere, vuele y se eleve, tiene que ingresar en un estado de relajamiento corporal y de equilibrio emocional tales que, sin modificar la reciedumbre de su postura, su ser completo adquiere la serenidad de un apacible lago.
Este texto fue redactado con base en las ideas que
sobre el tema aparecen en el libro ″Destellos de sabiduría″
de Sogyal Rimpoché, Editorial Urano.