Uno de los factores que inciden más negativamente en el logro de la estabilidad de la atención, es ese torbellino de ideas que se presentan en la mente al momento de la meditación.

Se dice que hay varios niveles de avance antes de alcanzar el samadhi del shámata. La alegoría que se utiliza para explicar estos estadios, es la de una cascada cuyo flujo va, poco a poco, encausándose entre los riscos que intentan aprisionarlo, hasta convertirse en un apacible río que desemboca en un mar sin olas.

Pues eso es lo que les sucede a quienes apenas se inician en la práctica meditativa: su mente es un niágara de pensamientos que no los deja, aunque sea por escasos momentos, realizar una mediana concentración.

Mientras adquiere alguna mediana maestría en estos asuntos de carácter contemplativo, lo que el practicante debe hacer es permitir que los pensamientos surjan y, sin detenerse a analizarlos, dejar que se desvanezcan solos.

Si un pensamiento aparece ─dice Sogyal Rimpoche─ no se quede con él. No lo alimente ni lo combata. Siéntase como un océano que, inmutable, contempla sus propias olas sobre la superficie; o como el cielo que, imperturbable también, mira desde lo alto las nubes que lo cruzan.

Las ideas que sobre este tema aparecen el libro ″Destellos de sabiduría″ de Sogyal Rinpoche, Editorial Urano, sirvieron de base para la redacción de estos párrafos.